Voces II
lo estatal y lo privado / lo público y lo íntimo
 
(OTRA APROXIMACIÓN)
                En homenaje a Carlos Fuentealba a un año de su asesinato
 
Por Darío Balvidares*
(especial para la Revista Mate amargo)
 
Y EN EL PRINCIPIO FUE SÓCRATES...
Al no tener parresía nos vemos obligados soportar la idiotez
de los amos.
Michel Foucault
 
¿Por qué Sócrates?
 
No es finalidad de este artículo ingresar en el pensamiento socrático, en tanto pensamiento filosófico; pero sí revisar como funciona como productor de pensamiento que no se somete a la razón del estado.
Brevemente, Platón en su texto Apología de Sócrates[1] pone a su personaje en el marco de un juicio que se celebra en Atenas. Lo acusan de corromper a los jóvenes por incitarlos a pensar y no cobrarles ningún dinero; además, por descreer de los dioses y tener acercamientos a fuerzas subterrenales.
En el texto, Atenas, la ciudad, aparece como el espacio público (físico) regulado por el discurso que emana de la esfera pública oficial[2], que para el caso de esta historia, se construye desde personajes con cierto poder (mundo privado) y los jueces, que dictan la sentencia: Muerte.
Una reflexión: lo que desaparece, lo que tiene que desaparecer es el pensamiento exterior al que circula por la esfera pública oficial, que la fisura, le provoca grietas en su centro discursivo puesto que deja al desnudo las voces de sus aduladores serviles a los que también sirve.
Matar a Sócrates, matar la Idea; es matar la irrupción de lo íntimo que se hace público para que no se torne colectivo (el pensamiento, las acciones), puesto que pone en cuestión el “discurso de verdad” de la esfera pública oficial, que necesita resguardar la gobernabilidad y el negocio.
 
De la parresía socrática al nacimiento de una nueva subjetividad
Parresía, como nos ilustra Michel Foucault[3], “significa ‘decir la verdad’ (...) el parresiastés es alguien que dice la verdad”. Sin embargo, “ La parresía es una forma crítica (...) viene de ‘abajo’ y está dirigida ‘arriba’ (...) se puede confiar en Sócrates como parresiastés...
En efecto, Sócrates enfrenta a los jueces, enfrenta a sus acusadores y desde su lugar de parresiastés desafía la sentencia al tiempo que la utiliza como herramienta para sostener su verdad que es la crítica al accionar de los dispositivos de poder.
 
Apartado filosófico: De los griegos a la modernidad: el signo de la esclavitud
Es preciso citar algunas reflexiones del filósofo Alain Badiou[4]: “Aristóteles dice que la idea del esclavo le pertenece al amo, y por lo tanto la definición del esclavo es que su cuerpo natural está separado del pensamiento (...)
La esclavitud moderna consiste en reducir el cuerpo a un cuerpo consumidor o a un cuerpo sufriente (...) un cuerpo separado de sus ideas, separado de todo proyecto universal, separado de todo principio. Yo llamaré entonces justicia a toda tentativa de luchar contra la esclavitud moderna, lo que significa luchar por otra concepción del ser humano. Naturalmente esta tentativa es política, ella no es directamente filosófica (...) esa política propone otra visión del hombre, propone volver a ligar el cuerpo de la humanidad al proyecto y a la idea.
El pensamiento de Badiou nos permite acercarnos más a las potencialidades del espacio íntimo en función de las posibilidades de transformación de este sistema de relaciones tentado a convertir casi todo (decimos “casi” porque rescatamos lo íntimo como lugar de resistencia forjador de colectivos) en una transacción, en un negocio.
Intentamos en este trabajo abrir, aún más, la noción de lo íntimo, por fuera del hecho doméstico o las relaciones de pareja para no quedarnos con esa mera simplificación propuesta por algunos autores. Puesto que, reconocernos en nuestra intimidad en función de la construcción colectiva e irrumpir en el espacio público, tanto físico como simbólico, implica demostrar que el espacio público no es propiedad de la esfera pública oficial.
 
El cuerpo de la esclava o de la intimidad violada
No es una novedad la existencia de redes de prostitución, de compraventa de niñas y adolescentes con la única finalidad de prostituirlos.
Ahora bien, para que esto suceda en este mundo globalizado, amante de la modernización tecnológica, obsesionado con la seguridad, la eficiencia y los controles de calidad; para que esta obscena operación se produzca y reproduzca, es, sin ningún tipo de duda, necesaria la “cooperación” de dispositivos estatales, por supuesto con personas privadas.
Cuando una niña o una adolescente es traficada como mercancía, en el mismo acto de sustracción de ese cuerpo ya se viola su espacio íntimo, se transforma en el cuerpo de la esclava, esa violación a la intimidad niega el sujeto que pierde su voz, su pensamiento; podemos arriesgar que queda ontológicamente despojada.
Pero al mismo tiempo que se viola lo íntimo, que se quiebra el ser, al mismo tiempo y como parte del mismo acto, se constituye el acto privado: la transacción, el espacio del dinero.
El cuerpo de la esclava, separado de la idea por el amo que la cosifica en función de su propia rentabilidad privada. Sin embargo, muchas de las víctimas de la inseguridad generada en el espacio de la esfera pública oficial, en este tema como en tantos otros, recuperaron su espacio íntimo y juntaron intimidades, se tornaron en una voz que irrumpe en el complejo espacio público para denunciar, reclamar por sus derechos y exigir condenas.
Por supuesto que estas prácticas, casi con el mismo tenor perverso, se resignifican en otras situaciones, como los desaparecidos en la última dictadura militar, y su correlato de apropiación de bebes y posterior transacción y sustracción de identidad. Y en ese escenario del horror Madres y Abuelas de Plaza de Mayo desde la potencia de lo íntimo se juntaron y fueron fisurando poco a poco la esfera pública oficial, que el discurso del estado no podía sostener; fue cuando lo íntimo se hizo público y colectivo.
Las fábricas recuperadas que instalan una nueva práctica social que fortalece una nueva subjetividad. Los trabajadores que recuperan la fuerza de lo íntimo, sesgado por la pérdida del trabajo y escriben esa página presente y futura en la que generan efectos de sentido que abonan una forma diferente de relacionarse con el trabajo, sin el amo.
Los Pueblos Originarios y la lucha por la recuperación de sus territorios, su lengua y su cultura, desde el gesto íntimo de la resistencia histórica.
En fin, innumerables movimientos sociales, aquí en Argentina y en Latinoamérica que resisten y enfrentan desde distintos lugares el avance del estado y las corporaciones empresariales sobre el espacio público y como correlato, sobre las intimidades colectivas. Resistir la instalación de las pasteras de papel; de la megaminería a cielo abierto; del desmonte; del talado de los bosques, o de concesiones a privados de áreas de parques nacionales bajo el paraguas de “programas de protección” (eufemismo producido por los organismos internacionales); cartoneros que solo tienen el espacio público como medio de subsistencia; villas de cartón y hojalata que son vistas como negocio inmobiliario, previo desalojo y posterior desmantelamiento; la misma operación que realizó Luciano Benetton con las tierras de Atilio Curiñanco y Rosa Nahuelquir, desalojar y pasar la aplanadora sobre la casa y la huerta para no dejar restos del pasado en ese territorio de la Patagonia (¿argentina?).
Y para ir cerrando (no del todo) esta insuficiente enumeración, mencionar las voces de los docentes y estudiantes frente al lento proceso de desmantelamiento o travestimiento en formas larvadas de privatización de la educación pública, sumada a la precarización laboral.
Carlos Fuentealba como signo / víctima de los dispositivos de poder y Sandra Rodríguez, su compañera, que desde lo íntimo,donde se cruza el dolor con la denuncia, construye nuevas significaciones en el espacio público y deja al desnudo las intenciones de la esfera pública oficial: Matar al Maestro, Matar la Idea.
“¿Qué hace quien ejerce la parresía? Justamente, se levanta, se endereza, toma la palabra, dice la verdad. Y contra la necedad, contra la locura, contra la ceguera del amo, dirá lo verdadero...”[5]
 
*Darío Balvidares es Profesor y Licenciado en Letras (UBA). Docente de Educación Media CaBA Como Investigador publicó en ensayo “La novela educativa o el relato de la alienación” (2005) y decenas de artículos desde 1996. Dio charlas y seminarios sobre Educación en el marco de los debates en Capital Federal, provincia de Buenos Aires y Neuquen (Capital, Cutral – Có y San Martín de los Andes)
 
NOTA: Este artículo es la continuación del aparecido en el número 21de la revista Mate amargo, con el título de “VOCES... (una aproximación)”.
Está permitida la reproducción total o parcial citando la fuente.
 
 
 
 
 
 
 
 


[1] Platón. Apología de Sócrates Versión electrónica en www.afu.uy.nu
[2] Es preciso aclarar que para la investigación sobre el tema, cuando decimos esfera pública oficial lo hacemos pensando en el conjunto formado por el funcionariato estatal o transestatal interactuando con intereses privados.
[3] Focault Michel. Fragmento extractado de Discurso y verdad en la antigua Grecia, conferencias dictadas en la Universidad de Berkeley en 1983. Diario Página 12, Psicología, 1/07/04.
[4] Badiou Alain. Justicia, Ffilosofía y Literatura. Homo Sapiens Ediciones. Rosario. 2007.
[5] Foucault Michel. El gobierno de sí y de los otros. Fragmento en Revista Ñ. Nº 231. 1/03/08.
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